Yo soy de donde abundan las calles
estrechas y adoquinadas; de donde los camareros atraen clientes a los bares
tintineando los vasos tomados del revés en sus manos; de donde el romero y el
arrayán abundan en los arriates de los jardines públicos; de donde sabemos
exprimirle a la calle todo el disfrute posible.
Yo soy de donde mejor se
mueven los abanicos para evitar el calor; de donde ser pobre se lleva incluso
con arte; de donde el toro es un animal respetado y querido incluso para
lidiarlo; de donde la luz tiene un color especial por nuestra latitud; de donde
los atunes vienen a migrar para dejarnos ese regusto encebollao tan
exquisito.
Yo soy de donde fueron otros muchos antes que yo: fenicios,
griegos, iberos, celtas, romanos, nazaríes, judíos… gentes todas ellas que
dejaron su poso en nuestra tierra para que hoy en día sea la misma antesala de
la Gloria.
Yo soy de donde sabemos sacarle el máximo provecho a una
oliva; de donde el mayor y efímero disfrute son un amigo y una cervecita.
Yo soy de donde la cal es una cultura para
mantener hermosos los pueblos; de donde un gazpacho fresquito desbanca a
cualquier otra cosa en Agosto; de donde sabemos ir buscando las sombras cuando
el verano aprieta.
Yo soy de donde el campo y su duro trabajo producen respeto y
admiración; de donde el agua se entiende como un bien que agradecer; de donde el
mar es una frontera invisible para jugarse la vida en busca de mejores destinos;
de donde un fino, un langostino y un pico son la antesala de una gran
feria.
Yo soy de donde fueron muchos ilustres pintores que quisieron
dejar impresos para siempre nuestros perfiles y nuestras tradiciones; yo soy de
donde las costumbres se vuelven ritos; yo soy de donde aún sabemos hacer
penitencia en tiempos impenitentes.
Yo soy de donde mejor se fríe el pescado del
mundo; yo soy de donde la gente silba por la calle y
las abuelas se sientan con sus bambos en las puertas de las casas a ver pasar la
gente.
Yo soy de donde los niños aún sueñan con ser toreros; de donde
aún creemos en la existencia de un Dios que todo lo hizo al que le ponemos
rostro gubiando la madera; de donde el compás se lleva con los nudillos sobre
una mesa de tasca; de donde aún se usa la tiza para anotar comandas en un
mostrador; de donde un traje regional se convierte en una imagen representativa
del país.
Yo
soy de donde los vencejos anuncian la primavera; de donde una matanza es una
fiesta en pleno invierno; de donde los corales decoran las orejas de las señoras
mayores; de donde había ya procesiones por las calles cuando en América aún
andaban con taparrabos puestos; de donde nacieron tantos buenos literatos
inmortales; de donde se ensalzan un buen jamón, un buen queso y un buen
vino.
Yo
soy de donde se compran en las cunetas junto a los sembrados las hortalizas
recién cortadas; de donde toda fiesta popular que se precie termina con un buen
cohete; de donde se baila delante de un símbolo de muerte como es la cruz,
porque aquí se considera un símbolo de vida.
Yo soy de donde sabemos vivir como marqueses
siendo simples empleados; de donde no dejamos de soñar con vidas mejores; de
donde más azota el paro sin que ello nos haga perder el buen humor; de donde
somos acogedores con todo aquel que se nos acerca; de donde aún reconocemos que
una Iglesia, aparte de un sitio para orar, es cultura.
Yo soy de una
tierra maravillosa llena de agricultores, campesinos, mineros, astilleros,
obreros de la construcción, autónomos, comerciales, pescadores, artesanos,
comerciantes, mañosos y artistas, que son capaces de convivir perfectamente con
intelectuales de primer nivel, sabios, investigadores, literatos, científicos y
nobles de rancio abolengo.
Yo soy de un lugar donde ya nos empieza a
tocar los cojones que se nos catalogue simplemente por nuestra forma de hablar:
porque no sólo sabemos interpretar el castellano adjuntándole todas esas raíces
históricas y léxicas que hemos heredado de nuestra tierra y de todos los que la
habitaron, sino que, además… hablamos como nos sale de las pelotas con la magia
de que nos entendemos perfectamente unos a otros sin necesidad de que nadie nos
traduzca.
Querer
compararse con Andalucía es simplemente una gilipollez, porque, señores,
Andalucía no tiene comparación posible. Cada vez que lo intentan, quedan ustedes
como lo que son: unos verdaderos ignorantes. Y querer dañarnos a los andaluces
simplemente por nuestra forma de hablar es como querer derribar una Catedral a
escupitajos. Decididamente hay mucho imbécil suelto… y la mayoría lleva traje y
corbata y se sienta en un sillón de cuero.
P.D.I. Dedicado a los
politicuchos que lo intentan… pero que ni pueden, ni podrán con nosotros en su
puñetera vida.
P.D.II. Pido perdón si a alguien no le gusta esta entrada pero es que ya está bien, hombre ya está bien. Como se suele decir, que cada perro se lama suuuuuuu, ya lo sabemos.